Crecimiento económico o ecodesarrollo: ¿Tiene sentido crecer de la forma en que lo hacemos?
DOI:
https://doi.org/10.32870/eera.vi42.895Palabras clave:
crecimiento, economía, medio ambienteResumen
¿Cuál es la naturaleza? y ¿cuáles son las causas de la riqueza de las naciones? fueron las preguntas que dieron origen a la ciencia económica en el siglo XVIII e inauguraron una escuela de pensamiento económico conocida como "los clásicos”, cuyo representante más conocido, por ser considerado precisamente el padre de la economía, fue Adam Smith. La respuesta que dieron estos pensadores fue que la fuente de la riqueza, motor del crecimiento económico de las naciones, estaba determinada por la acumulación de recursos por naturaleza escasos (tierra, trabajo y capital), por el crecimiento demográfico (a largo plazo, limitado por la propia disponibilidad de recursos), así como por la especialización productiva como estrategia de optimización en el uso de dichos recursos, y del mercado como mecanismo asignador de los recursos en la economía.
Bajo estas premisas, era evidente que a largo plazo, una vez utilizados plenamente los recursos de la sociedad, se alcanzaría lo que llamaron “el estado estacionario”, es decir, un momento en el tiempo a partir del cual sería imposible seguir creciendo.
En este análisis es entendible la relevancia que otorgaron los clásicos al comercio internacional, debido a que constituye una válvula de escape al “estado estacionario”, al poner a disposición recursos no utilizados (por ejemplo, tierra para el cultivo) y mercados para los excedentes productivos.
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